“Ay, ay, ay Margarita…que vamos a hacer contigo”
Dijo la más grande y hermosa rosa del más grande y hermoso jardín.
Este no era un jardín cualquiera,
como esos criados entre kilos y kilos de hormigón,
sin esencia,
abotargados entre el ir y venir de humos.
En este tipo de jardines, los de ciudad,
las flores no son felices,
aunque ellas, como flores que son, piensen todo lo contrario.
Ellas desean ser observadas,
cortejadas,
admiradas por los demás transeúntes.
Deben lucir bellas.
Y son muy celosas,
pues miman con recelo su pequeña parcela de gloria.
Rosas, Nomeolvides, Orquídeas y Azaleas.
Todas ellas radiantes,
miran muy por encima a los míseros tréboles
que cubren el suelo que pisan.
Ellos como los demás no son más que simples vasallos de su esplendor.
Pero es que a ras de suelo todo se ve muy diferente
(continuará…)